Ese es un pensamiento en el que me encuentro seguido, más de lo que me gustaría. En esos momentos de desencuentro entre lo que me pasa y el contexto en el que estoy, empiezo a teorizar mentalmente acerca de las personas. Lo primero que observo es que a todos les gusta parecerse bastante. En el mejor de los casos es una elección y en el peor, simplemente les pasa. Irreflexivamente. Y no sólo es notoria esa estandarización horrorosa, sino que las interacciones empeoran las cosas. Muchas veces, mientras me hablan o participo de alguna charla, no puedo alejarme del pensamiento de que no tengo ganas de estar ahí. Y todo se agrava cuando me afirmo a mí mismo que no tengo por qué prestar atención a una conversación que no me interesa. No me quiero obligar a eso. Entonces intento buscar un por qué, y no sé si doy con él, pero la explicación que ensayo me conforma un poco. Nadie escucha a nadie. Todos intentan hablar de sí mismos con un egoísmo tan pandémico como normal en nue
de Lautaro Peñaflor Zangara