Por Lautaro Peñaflor
El caso de Luciano Arruga es emblemático, y se transformó en una lucha popular. Foto: Twitter @GacetillasArg |
Lucas Cabello es una nueva
muestra de la ineficacia de la prejuiciosa actuación de diferentes policías de
nuestro país. Lucas es de la Zona Sur. Pertenece a aquel trabajo que, muchos
despectivamente, llaman “trapito”. Su familia vive en un hogar de tránsito del
gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Lucas es pobre, y eso parece suficiente
como para justificar el ejercicio ilegal del disparo sin sentido.
Porque, no debemos olvidar, el
“gatillo fácil” es así llamado por un conjunto de casos con similares
características: efectivos policiales disparando a jóvenes (casi niños, en
algunas ocasiones), pobres y de barrios “marginales”. Cargan sobre sus espaldas
casos de estas características la Policía Metropolitana (Bruno Pappa, por
ejemplo), la Policía Bonaerense (el emblemático caso de Luciano Arruga), entre
otras fuerzas.
Pero el “gatillo fácil” no
termina con los disparos. Automáticamente salen las versiones legitimadoras del
accionar, para que el estamento del Estado que corresponda según el caso, salga
ileso de la situación. Esta vez el trabajo sucio le tocó a la Vicejefa de
gobierno porteño (y gobernadora electa de la Provincia de Buenos Aires), María
Eugenia Vidal. El relato fue que “no se descartaba
un caso de violencia de género”.
Cabe, en tal sentido,
preguntarnos: ante la existencia de dos problemáticas, ambas muy preocupantes,
una caracterizada por el ejercicio de distintos tipos de violencia hacia las
mujeres por el simple hecho de su género, y la otra que tiene que ver con el
abuso de autoridad policial, efectuando disparos a jóvenes de origen humilde,
sin mayor argumento que ese. ¿En cuál de ambas encaja el caso de Lucas Cabello?
Y aunque hubiera sido un caso de violencia de género, ¿Es ese el proceder
legítimo y esperable? La situación no resiste el menor análisis.
También es repudiable el uso
banal de una causa que se cobra una víctima cada 30 horas, como es la violencia
de género, sólo para silenciar otro flagelo social.
Las pretensiones electorales y la
intención de no hacerse cargo de las policías mal preparadas y violentas, no
pueden tapar los resultados de un ejercicio irresponsable de sus funciones.
¿Acaso algunos de los medios que replicaron sin refutar la versión de María
Eugenia Vidal, luego mostraron la otra versión de la historia, contada nada
menos que por la mamá de Lucas? En una carta
publicada en la página de Facebook de la revista La Garganta Poderosa,
explica quién es su hijo, en qué contexto social viven y- sobre todo- que nada
tiene que ver con el caso de violencia de género al que hace referencia la
funcionara del gobierno porteño. No se trata de creer sin más ni en una ni en
otra, sino simplemente, de no caer en torpes prejuicios.
¿Por qué el efectivo policial
acusado no le dio el innegable derecho mínimo e indispensable de ser escuchado
al joven antes de dispararle tres veces? ¿Por qué las autoridades legitiman
este avasallamiento de derechos tan notorio? Este accionar tan ilegal y
repudiable, como pasado por alto por las autoridades porteñas, puede dejar a
Lucas sin movilidad en sus brazos y piernas (si logra sobrevivir).
La portavoz en el caso del
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, prometió en la campaña
que la llevó a convertirse en la próxima gobernadora de la Provincia, acabar
con la corrupción de la Policía Bonaerense. Si bien es completamente cierta la
problemática y es necesario acabar con el imperio de esa policía abusiva y
violenta, ¿con qué autoridad moral Vidal puede prometer esos cambios, si a
veinte días de ser elegida, sale a justificar un accionar de la Policía
Metropolitana, tan repudiable como los más resonantes de la bonaerense?
El gatillo fácil debe
preocuparnos porque se lleva vidas, con la complicidad (por acción u omisión)
de sectores políticos y policiales. Pero esas vidas no son cualesquiera, sino
que se trata de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad: los chicos
pobres, que son a quienes hay que cuidar, proteger y garantizar el acceso a más
y mejores oportunidades. En cambio, los diferentes sectores del Estado sólo
responden con disparos.
Evidente y lamentablemente, la lucha
contra el gatillo fácil está destinada a ser una lucha popular y desde abajo en
los próximos años.
Lamentable y doloroso.
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