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Por Lautaro Peñaflor
La noche del 15 de noviembre no
fue una más para los argentinos: tuvo lugar el primer Debate Presidencial de
nuestra historia. Si bien en octubre se realizó una instancia previa de debate,
muy importante por el camino a seguir que marcó, en esa ocasión todo se vio
empañado por la ausencia del candidato del oficialismo, Daniel Scioli.
No obstante, los sorpresivos resultados de las elecciones generales pasadas (en las cuales las
encuestas casi al unísono predicaban un triunfo más amplio del Frente para la
Victoria, brecha que puedo reducir Cambiemos), la existencia del primer ballotage de nuestra vida democrática, y el humor social en general,
funcionaron como caldo de cultivo para que el día siguiente al acto
eleccionario pasado, Daniel Scioli invitara a debatir a Mauricio Macri y éste
aceptara.
Así fue que tuvimos Debate. Ahora
bien, ¿cómo resultó esta valiosa instancia de intercambio de ideas? En principio,
es necesario destacar que la sola existencia de un Debate Presidencial, aumenta
nuestra calidad democrática, acerca los discursos de los candidatos a los
ciudadanos, y permite votar con mayor conocimiento por uno u otro. Sólo del
intercambio de ideas puede generarse en la ciudadanía, conocimiento más maduro
y probado por el contraste con las ideas de otras personas. Los Debates
Presidenciales existen en la gran mayoría de los países de nuestra región y del
mundo, e implicaba una significativa deuda de calidad institucional para
nosotros.
Respecto al desarrollo del mismo,
las notas destacables fueron tres: la falta
de respuestas a las preguntas formuladas de un candidato a otro; las duras acusaciones que se arrojaron
Daniel Scioli y Mauricio Macri; y la falta
de un intercambio serio y sincero de ideas.
En lo atinente a la carencia de respuestas, se puede decir
que el rol de las preguntas no fue efectivo. Ante las preguntas más complejas,
ambos candidatos respondieron con evasivas. Parecían seguir enfrascados en su
discurso y no atentos a responder, sino más bien, a dejar salir la pelota
afuera de la cancha.
De este modo, Mauricio Macri no
pudo (o no quiso) responder con firmeza acerca de su política de Derechos
Humanos, de las Leyes a las que su espacio se opuso- entre ellas, la
eliminación del sistema de AFJP, la compra de acciones mayoritarias estatales
de YPF y la nacionalización de Aerolíneas Argentinas), ni fue muy concreto al
contestar acerca de la devaluación y ajuste que el candidato oficialista
constantemente quería adjudicarle en caso de llegar al poder.
Pero tampoco pudo (o quiso) ser
concreto para responder Daniel Scioli. Así, no quedó en claro su postura
respecto al cuestionado Memorándum de Entendimiento con Irán y el desafío del
candidato de Cambiemos a aplicar la cláusula democrática para suspender a
Venezuela de organismos regionales por “la
existencia de presos políticos y la participación de militares en el gobierno”;
no pudo mostrar firmeza respecto a qué aspectos y con qué personas del
kirchnerismo comulga y evadió completamente la pregunta del candidato opositor
acerca de una eventual reforma electoral.
Por otro lado, ambos candidatos fueron dispuestos a ir al choque.
Pese a las especulaciones de que Mauricio Macri iba a mostrar una postura menos
confrontativa, los dos contendientes lanzaron dardos más cerca de la chicana
que del contenido político. Así, sobraron momentos en que Daniel Scioli acusó a
su rival de ser futuro devaluador y ajustador, y Mauricio Macri a su oponente,
de ser parte del gobierno y no hacerse cargo de las cuestiones irresueltas del
mismo. En este sentido, más creatividad y argumentos no hubieran estado de más.
Por último, todo el tiempo
pareció faltar intercambio de ideas. Los
discursos resultaron guionados, y el debate tuvo bastante más de slogans, que
de debate de planes programáticos de un eventual futuro gobierno de uno o del
otro. Pese a hacer preguntas punzantes, al tender a la evasión, tampoco los
interrogantes pudieron garantizar una seria discusión. Claro que suma a la
confusión, la tendencia de ambos candidatos a evitar correr riesgos.
Así, Mauricio Macri no hizo
referencia a políticas económicas concretas a las que sí se ha referido su
equipo, ni Daniel Scioli aseguró bien a quién representa en esta elección. Tampoco
se tocaron temas sensibles para la sociedad (como puede ser la dependencia de
nuestra economía a invasivas megamineras, o el regresivo sistema tributario
nacional). Muchas de las dudas previas al debate, parecen seguir siendo
incógnitas luego de él.
Desde el punto de vista de las
ideas, cuesta encontrar quién ganó. Luego de un comienzo bastante punzante, el
mar volvió a la calma, y ambos tuvieron su momento de destaque. Cuestiones como
la falta de respuesta a las preguntas (y de contraste directo, por lo tanto) y la
abundancia de chicanas y slogans, hacen que este punto del análisis se vuelva
sinuoso. Tal vez Daniel Scioli pueda sacar ventaja de los posteriores exámenes
al debate. La sensación, es que Macri salió ileso, y Scioli no pudo utilizar
este debate, que era su suerte de “bala de plata”, como se esperaba.
La organización fue destacable.
Sin duda, moderadoras mujeres no hubieran estado de más. Pero a partir de ahora
la iniciativa sólo puede crecer. El Debate entre candidatos era un imperativo
de nuestra sociedad, y así lo demuestra la audiencia que tuvo (comparable con
algún partido de fútbol de la Selección Nacional, evento que suele ser de lo
más visto).
El camino para avanzar debe ser
marcando su obligatoriedad legal, y garantizando un formato de debate que asegure
un auténtico contraste de ideas y la respuesta a las preguntas formuladas. Pero
con Argentina Debate, la democracia y la sociedad en su conjunto ganaron. Ese
es el camino.
Comparto tus apreciaciones. Lo que puntualmente respecta al debate en si me parecio vergonzoso que dos candidos a ser presidentes no pudieran expresarnos sus plataformas politicas.
ResponderEliminarDe mas esta decir que tu trabajo es excelente!
Excelente nota Lau!
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