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Una política que no se rija por las reglas del marketing

El debate es una saludable práctica que debe optimizarse.
Foto: www.infobae.com
Por Lautaro Peñaflor
(Nota original en Periodismo en Redacción)

El 22 de noviembre tendrá lugar el primer ballotage presidencial de Argentina, luego de que este instituto fuera incorporado a nuestra Constitución Nacional, en la reforma del año 1994. Era esperable que, al ser la primera vez que una contienda por la primera magistratura del Poder Ejecutivo se decidirá por medio de la segunda vuelta, el nivel de actividad política de los Partidos que llegaron a tal instancia (Frente para la Victoria y Cambiemos) aumente.


Desde que finalizó la sorpresiva jornada del domingo 25 de octubre, pasada la medianoche, y ya con el escenario de segunda vuelta confirmado, todos sabíamos que los equipos de Daniel Scioli y Mauricio Macri saldrían a la búsqueda de los votos que pudieran conquistar. Lo que algunos dudábamos, es de qué capacidad tendrían los candidatos para lograr entusiasmar y apasionar a los votantes.

Hoy, a más de veinte días de la primera vuelta, y a poco más de una semana de la decisión final, podríamos aventurar que no han logrado generar empatía con el gran parte del electorado, más que superficialmente. De recorrer las calles y preguntarles a ciudadanos aleatoriamente seleccionados qué propuestas conocen de ambos candidatos, por qué deciden apostar por uno de ellos, por qué descartan al otro, entre otras cosas afines, surge que pueden explicarse en mayor medida, ciertas propuestas difundidas por el Frente Para la Victoria. Así, surgen cuestiones como el rol del Estado, los ejes vinculados a la justicia social característica del peronismo y por otro lado, fue visible que quienes optan por el candidato de Cambiemos, se limitan a decir que “necesitamos cambiar” o que “los que ya gobernaron, lo hicieron por muchos años”. La mayoría de las personas que se refirieron a propuestas de ambos candidatos, eran personas de mediana edad, y en gran parte, vinculada con la actividad política (militantes, ex candidatos, miembros del gabinete municipal, etcétera).

No obstante, fue observable (y preocupante, quizás) que la mayoría de las personas desconocen las propuestas. Incluso pueden escucharse frases aún más alarmantes, vinculadas a la desilusión y el hartazgo con quienes hacen política.

Así, fue más frecuente de lo esperable escuchar frases como “no opino nada”, “no quiero saber nada”, “no me interesa” o incluso “soy apolítica”. Si bien, debemos resaltar, la mayoría de las personas que se manifestaron en tal sentido eran mayores de 45 años, lo cierto es que son parte de la ciudadanía activa que tiene el derecho y el deber de votar y, sobre todo, que depende en gran medida, de las decisiones políticas que personas como las que tenemos la posibilidad de votar el 22 vayan a tomar, en caso de ganar.

Pero, ¿por qué sucede esto? Creo que culpar, simplemente, a los ciudadanos, es una actitud completamente liviana, y que tenemos que repensar la forma en la que los candidatos llevan adelante su quehacer político, y sus campañas. ¿Es casualidad, en este sentido, que Mauricio Macri busque emparentarse con el FPV y diga que mantendrá el esquema vigente se seguridad social? ¿Es representativo del kirchnerismo, proponer ´tolerancia cero´ con ciertas protestas sociales? ¿Por qué ambos candidatos, al unísono, proclaman la necesidad de medidas tales como el 82% móvil para jubilados, o el blindaje de fronteras para combatir el narcotráfico?

Creo que no es casual, y que responde a una forma de hacer política y- especialmente- campaña, más vinculada a la publicidad y el marketing, que a las propuestas concretas de modelo de país. Se venden candidatos, como se vende un producto cualquiera en el mercado, buscando con qué frase o slogan atraen a ciertos grupos del electorado. En un escenario en el que cada candidato tiene a cierta porción del padrón ya conquistado, la lucha se centra en otro porcentaje del mismo, pero que es el mismo. Esto genera que sus propuestas se asimilen, y nos encontremos con un Macri peronista, y con un Scioli más conservador. Claro está que este fenómeno está vinculado con otros que tienden al desencanto (casos de corrupción, ineficacia de una burocracia estatal cada vez más amplia para dar respuestas a problemas concretos, etcétera).

Pero el error más grande es subestimar al electorado. Más temprano que tarde, se verán las consecuencias de asimilar candidatos con productos, y votantes con compradores irreflexivos. El porcentaje de ciudadanos desencantados, que actualmente no es nada despreciable, puede tender al aumento, si continuamos con esta tendencia de vaciar la política de contenido, y si el discurso político sigue siendo más dominado por el slogan y la frase corta y efectiva, que por disertaciones ideológicas y llenas de contenido, que permitan a los ciudadanos identificarse con una u otra propuesta, y votar esperanzados de que esas propuestas serán positivas para su país.

Del mismo diálogo con las personas, surge que muchas personas plantean cuestiones como, por ejemplo, que los candidatos “se parecen bastante”, que “buscan emparejarse”, o que “salieron ambos a buscar el voto independiente”. No es casual, y se vincula a un panorama político dominado por publicistas, en lugar de politólogos y potenciales estadistas.

¿Qué pasaría si el voto en Argentina fuera facultativo? ¿Cuántas personas se abstendrían de votar? No quiero, por esto, hacer más que el simple ejercicio imaginativo, de pensar cuántas personas asisten a votar porque es obligación, y cuántas, verdaderamente, se sienten identificados por algún candidato, y concurren a las urnas a votarlo conscientemente de que su propuesta para el país en los próximos años, es la mejor.

Claramente, nadie desea un nuevo “que se vayan todos”. También es cierto que el Estado volvió a ser el eje de muchas discusiones, y que eso es una conquista que no debemos pasar por alto. Pero, por el contrario, las discusiones políticas se vaciaron de contenido, y cuesta encontrar manifestaciones en torno a qué modelo de país queremos. Ya no se dice lo que no está bien decir de acuerdo a las reglas de la publicidad. No se trata de eliminar a los publicistas de las campañas, pero tampoco de otorgarles un protagonismo tan exclusivo, que puedan crear un candidato, más allá de si tiene o no facultades y propuestas.

El rumbo que necesitamos para que la gente vuelva a creer en la política y en los candidatos, tiene que ver con propuestas concretas y sinceras, vinculadas estrictamente con aspectos que hacen a la realidad de las personas, para que de este modo, la ciudadanía pueda sentir empatía con los candidatos, y votarlos con convicción, no sólo hacia los espacios, sino hacia la política en sí misma, que es el único lugar donde los ciudadanos pueden motorizarse transformaciones pensando en el pueblo como actor principal y protagonista.

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