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Y 30 años después, una noche Epecuén volvió a brillar

Por Lautaro Peñaflor
La noche que Epecuén volvió a iluminarse.
Foto: Facebook Municipalidad de Adolfo Alsina

Epecuén es un pequeño pueblo ubicado en el Partido de Adolfo Alsina, al sudoeste de la provincia de Buenos Aires. Llegó a tener cerca de 1500 habitantes. Pero, además, supo ser una importante villa turística: albergaba hasta 25 mil turistas cada verano. Estos colmaban las calles del pueblo y disfrutaban de sus hoteles, sus bares y restaurantes, las manifestaciones artísticas y todo lo que un destino turístico necesita, para ofrecer calidez a sus visitantes. Sobre todo, Epecuén era reconocido (y aún hoy lo es) por su laguna de agua salada, cuyas propiedades- incluso, “curativas”- se asemejan a las del Mar Muerto.

“Durante el año quedaba muy poca gente, pero en el verano se llenaba. La Avenida de Mayo, la calle principal, rebalsaba de gente que iba y venía. Los autos en las rutas, los trenes, todo se llenaba”, cuenta una persona de Carhué, ciudad próxima a Epecuén.

Pero el 10 de noviembre de 1985 cambió la historia de este lugar. Luego de todo un proceso, lento y doloroso, esa mañana el terraplén que “protegía” al pueblo se desmoronó, y en el transcurso de unos pocos días, Epecuén quedó bajo agua. El accionar de todos los sectores de la sociedad ayudó a que no hubiera víctimas, pero la villa turística quedó completamente inundada. Toda su mística y su magia se sumergió, y junto a ella, la felicidad de todos sus habitantes que- prácticamente- se quedaron sin nada.

“Es muy triste recordar lo que pasó. Pero, dentro de todo lo malo, hay que rescatar que se actuó en conjunto y que se logró que no haya víctimas. Los mismos carhuenses ayudaron a evacuar. La mayoría de la gente de Epecuén se fue a vivir a Carhué”, relata otra persona.

 Y así fue. La mayoría de los habitantes de la ciudad balnearia inundada, derivó a Carhué. Al estar a unos pocos kilómetros, diez aproximadamente, la mayor parte de las personas tenía familiares o amigos que los podían contener.

Pero el tiempo pasó, y las cosas continuaron. Y con el mismo paso del tiempo, Epecuén cambió el tono de su importancia para nosotros, los carhuenses. Con una nueva generación, los más jóvenes no vivimos en carne propia lo que fue la villa turística, pero sí conocemos lo que nos cuentan. Y de esta forma, Epecuén se fue transformando en una especie de mito para nosotros.

Con quien se hable del tema en Carhué, conoce de alguna u otra forma las horas mágicas de Epecuén y puede contar sus historias, como haber hecho dedo para llegar a salir en verano allá (porque, claro, ahí estaba “la movida”), o afloran las anécdotas del “Bim-Bam-Bum”, el boliche “Oaxaca” (luego replicado en la ciudad vecina), o del Recreo Bender. También son recordados las fábricas de alfajores artesanales Alfajorlandia y Cambacita, entre tantas otras cosas que podrían dar lugar a otro relato en sí mismo.
El bar "Bender", acondicionado para la noche.
Foto: Facebook Municipalidad de Adolfo Alsina

Coexisten dos miradas: para los más grandes, las “Tardecitas del Lago” son todo un hermoso pero nostálgico recuerdo, y para los más jóvenes, un mito en el que creemos (claro está), pero que nunca podremos vivir tal y como nos lo cuentan. 

Todos los pueblos tienen algunas características que hacen a su idiosincrasia, a su identidad y que marcan transversalmente y sin excepción a todos sus habitantes. Ese tema que todos te mencionan cuando lo visitás, del que todos te preguntan cuando decís que sos carhuense, y que está siempre latente en las personas. Epecuén significa eso para Carhué, es parte de su historia y su identidad, aún para los que no los vivimos en forma protagonista. Y cuando se inundó, también se fue una parte de Carhué, cambiando su historia para siempre.

Hoy Carhué también tiene su Lago, una playa Ecosustentable muy bonita, varios hoteles que ofrecen servicios integrales de termas, un Complejo Hidrotermal en construcción… Heredó, en cierto punto, la aspiración turística de Epecuén. Y lo tiene como ideal al que acercarse.

No obstante, Epecuén quedó mucho tiempo reducido a ser “las ruinas”. Sin duda, un atractivo para quienes se acercan. Ver un pueblo entero inundado no es muy usual. Pero, además, con el objetivo de difundir su historia, y “aprovecharla” en un sentido no material, se comenzaron a usar las Ruinas de Epecuén, principalmente, como escenario de películas, cortos, videoclips, y hasta novelas. Pero siempre como escenario tétrico, de devastación, terrorífico. Incluso se supo representar al futuro destruido en Epecuén. El espíritu alegre y festivo de aquel pueblo, no volvió a verse, sino en los nostálgicos relatos de quienes lo vivieron.

Y así nos vamos acercando a la noche del sábado 14. Esa noche algo cambió. A 30 años de la inundación, la Municipalidad de Adolfo Alsina decidió conmemorarlos con toda una apuesta: intentando recrear la magia de la ex Villa Turística. De esta forma, se iluminó la calle principal, la legendaria Avenida de Mayo, y también los edificios principales del pueblo. Y, además, en el exacto lugar donde funcionaba el bar “Recreo Bender” (del cual sólo quedan resabios), se revivieron aquellas “Tardecitas del Lago”, con artistas que tocaron toda la noche sus tangos, y parejas que bailaron al son del 2x4. También se acompañó con proyecciones e indicaciones para quienes no conocían la historia.

El público vivió y sintió la conmemoración.
Foto: Facebook Municipalidad de Adolfo Alsina
Fue una noche en la que la atmósfera estaba repleta de emociones. Ese lugar que nos contaron tan mágico, esa noche realmente así lo fue. La llegada de público fue contínua, al igual que el tango en Bender. Gente con cámaras de fotos, medios de comunicación, abuelos con sus hijos y sus nietos… Todo, acompañado por un clima que no podía haber estado mejor. El escenario era perfecto.

“Así era Epecuén: la gente circulaba todo el tiempo por esta calle. Los bares estaban llenos de gente, el Lago también”, compara una carhuense, asidua visitante de Epecuén en aquella época.

Esa calle principal volvió a estar colmada de personas que iban y venían. Así, como nos lo contaron, pero por primera vez, las generaciones más jóvenes pudimos vivirlo en persona. Pudimos ver ese bar lleno de gente disfrutando de la música y de la nochecita, y observar la mirada tierna y nostálgica, al borde de la emoción, de quienes sí vivieron las horas espléndidas de Epecuén.

“Yo no soy de acá, y por casualidad, vine este fin de semana. Mi imagen de Epecuén era otra, relacionada con las ruinas. Es emocionante y lindo lo que se vive hoy”, cuenta un rionegrino que se encuentra en la conmemoración.

La noche del 14 llegó a su fin, y todos nos marchamos con el alma repleta de sensaciones de las más diversas. Epecuén volvió a descansar, después de haber renacido todo su poderío por algunas horas. Una idea realmente fantástica de los organizadores: recordar, respetuosamente, a la ex villa turística, pero recobrando su verdadero espíritu, olvidándonos por un rato de “las ruinas” y quedándonos, simplemente, con “Epecuén”. Sería más que emocionante, cada aniversario de la inundación, poder recordarlo de esta manera.

Pero ¿qué fue lo más importante? Que dos formas de vivir Epecuén se juntaron esa mítica noche. La de quienes lo vivieron en su esplendor, y la de los que sólo conocíamos las anécdotas, los recuerdos y los relatos. Esa noche sustancialmente mágica, el mito se hizo realidad, y quedará para siempre grabada en la memoria de todos.

Comentarios

  1. Tu crónica es excelente! El relato cuidadoso y respetuoso ponen de manifiesto el sentir de mucha gente.
    Zulma Z.

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  2. Coincido con vos, Zulma. ¡Felicitaciones! Lautaro. Los que hemos vivido la "gloriosa" época de Epecuén, podemos dar fe de todo lo que allí se vivía y del triste impacto que produjo su destrucción. Marta, de Gral. Pico (L.P.)

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