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La detención de Milagro Sala: un diálogo de sordos.

Foto: www.unq.edu.ar
Por Lautaro Peñaflor

Siempre sostuve la idea de que el kirchnerismo y el macrismo son dos caras de una misma moneda. Con esto quiero decir que, aunque sostengan ideas que se vean radicalmente opuestas, en realidad se necesitan mutuamente.

Esa moneda no es tal si no tiene sus dos lados, distintos entre sí, pero partes necesarias de una misma cosa. Constantemente el uno necesita del otro para sentar posiciones. Pareciera que no es relevante lo que sostienen desde el otro lado del debate: el objetivo es, simplemente, decir otra cosa.

Si uno dice blanco, otro dice negro (aunque ambas afirmaciones puedan ser válidas). Así sucedió con la detención de la dirigente social y líder de la agrupación Tupac Amaru, Milagro Sala.

Los unos demonizan a Sala, los otros la sacralizan. Unos le atribuyen en forma apresurada y poco justificable delitos relacionados con asociación ilícita, actos de corrupción y provocación de disturbios, bastándoles esas simples imputaciones para entender razonable la detención de la dirigente; Otros deciden quedarse únicamente con la enorme cantidad de obras públicas que realizó en favor de su pueblo.

Hemos visto pasar interminables horas de pelea televisiva y caudalosos lagos de tinta vertidos en columnas de periódicos, defendiendo una u otra postura. No sólo funcionarios o militantes del anterior y el actual gobierno pasearon por los programas defendiendo sus posturas, sino que- incluso- destacados periodistas y analistas políticos entraron en este dilema sin sentido.

La pregunta a la que corresponde dedicarle algunas líneas, entonces, es ¿se excluyen ambas afirmaciones?

Queda clara la respuesta: NO. No disminuyen la cantidad de viviendas, hospitales o escuelas creadas por la Tupac Amaru, al estar su líder involucrada en la presunta comisión de conductas delictivas.

En tal caso- como en cualquier otra imputación de un delito a un ciudadano- debe realizarse la correspondiente investigación, respetando los derechos y garantías de los imputados, para que luego un juicio oral y público determine si se incurrió o no en la comisión de tipos penales. Hasta que se diga lo contrario, Milagro Sala (y cualquier habitante de nuestro país), es inocente.

Pero claro que tampoco es menos grave un delito, si quien lo cometió ayudó a mucha gente. En caso de comprobarse su autoría, corresponderá la pena que un juez fije. Antes de que eso suceda, sólo puede percibirse la detención de Milagro Sala (quien estaba encabezando un acampe en Jujuy, a modo de protesta por diversas cuestiones al gobierno de Gerardo Morales), como un acto de criminalización de la protesta, autoritario y desmedido. Una suerte de “pena ejemplificadora”.

Sería tan necio desconocer que líder de la Agrupación Tupac Amaru contribuyó al bienestar de una enorme cantidad de personas, todas ellas pertenecientes a clases sociales bajas, como no tener en cuenta que apropiarse del dinero público, usar a los militantes como grupo de presión para fines sectoriales, o extorsionar a los cooperativistas de su agrupación reteniéndoles las escrituras de sus viviendas, son conductas inadmisibles y merecen ser castigadas (si y sólo si así se comprueba en proceso penal conforme a la ley).

Si unos y otros no realizan estas concesiones, el debate es completamente infértil y totalmente carente de rigor. La base de un tratamiento serio del tema “Milagro Sala”, es entender que no es ni ángel ni demonio. Plantear la discusión en esa disyuntiva, convierte esa discusión en un inconducente diálogo de sordos.

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