Ni bien la vi algo me atrapó de Sense8, una de las muchas series producidas por Netflix para su servicio de streaming. Algo que iba más allá de la pregnancia propia de una ficción plagada de los clichés de toda tira dispuesta a fidelizar a su público.
Una historia que se basa en la comunicación telepática no es lo que suelo elegir, prefiero por lo general thrillers políticos o con connotación histórica, pero me devoré toda la primera temporada y el especial de navidad de dos horas.
Pensando por qué me atrapé tanto, me encontré con una historia de las- al menos- ocho que cuentan que me resultó no sólo interesante, sino además ejemplificadora: la de Nomi Marks, una chica trans.
¿Y qué me atrapó de la historia de un personaje trans?
Puedo afirmarlo: la forma en la que las autoras- hermanas trans ambas- deciden contarla. Se trata de un relato muy adecuado a las más avanzadas teorías de género, que incorpora a los personajes sin situaciones exageradas o forzadas.
Nomi no hace el anuncio desde el momento cero, con bombos, platillos y un letrero luminoso de que es transexual. Simplemente la trama se va desenvolviendo- como la de cualquier personaje cis- y el mismo devenir de los hechos hace que uno lo perciba.
Pero además, un valor agregado de la historia es que desanda el prejuicio de que género y orientación sexual tienen algo que ver: Nomi es mujer trans, pero es lesbiana. Y el hecho de que le gusten las mujeres no choca en ningún momento siquiera incidentalmente con su condición de género, ni viceversa. Son mundos distintos, que no colisionan entre sí.
En el mundo imaginario de Sense8 a nadie le impacta verlas besándose o tomadas de la mano. La excepción es la familia conservadora y reaccionaria del personaje, pero ese contraste es útil para la trama y también para resaltar el mensaje.
Mostrar naturalmente esas situaciones, que tanto prejuicio generan en una sociedad aún reaccionaria, es un buen camino para que las incorporemos a nuestro imaginario y dejemos de sorprendernos (y de opinar de forma impertinente claro) cuando se nos presentan. La cultura es útil en ese punto.
La televisión argentina en general- y la ficción puntualmente- aún está muy lejos de generar un planteo así. Los y las trans sólo tienen lugar en nuestras novelas y series para resaltar su condición de género. Siempre son “la travesti”, el personaje burlado, la nota de color, el hazme reír. Y así se alimenta el prejuicio todo el tiempo.
Siempre los vemos haciendo eso que la sociedad ve y espera de un trans: un bicho raro, una anomalía del sistema que si no se ridiculiza a sí misma no la toleramos. Ni hablar de que estamos a años luz de ver en un producto nacional un trans homosexual. Muchas personas chocarían sus cabezas contra la pared al verlo producto de una profunda incomprensión.
Sense8 es un producto hipercomercial, con muchos clichés, pero presenta un panorama completamente distinto, progresista y respetuoso de la perspectiva de género. Una cuota de eso tiene que ver con sus autoras, cuestión que también marca distancia con la industria local. En nuestro medio, las personas trans no alcanzan lugares de poder.
Aplausos y más aplausos para vos mi amigo!
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