Ayer fui a la marcha en Bahía Blanca por el femicidio de Micaela García. Al llegar, automáticamente la situación me trasladó a un año atrás. En ese momento también hubo una marcha y también por la muerte de una mujer: Micaela Ortega, que además era bahiense.
Me resultó frustrante ver a los mismos grupos, escuchar las mismas voces diciendo las mismas consignas y cantando las mismas canciones. Lo único que había cambiado era la cara de la víctima. El efecto fue más notorio porque, en una triste casualidad, las dos adolescentes se llamaban igual.
Ese es un punto importante: vamos a lamentar de la misma manera a cada víctima, si quienes tienen el poder de hacer algo no lo hacen.
Esas personas que tienen el potencial de cambio en sus manos, y aún así prefieren ver desfilar las víctimas, son quienes están a cargo del Estado. Es un desafío entender que no sólo debemos preocuparnos por los femicidios o los golpes. La muerte de una mujer es el último eslabón de una cadena de violencias cuyo fondo es cultural y social, y no debemos desatenderla en ninguna de sus partes.
Hay que dotar de más y mejores herramientas a las víctimas. La restricción perimetral no cumple eficazmente su función, pues la persona acaba regresando al círculo de peligro. También resulta inconcebible que no exista un refugio en la zona, incluyendo a Bahía Blanca, la ciudad más grande e influyente de la región. El patrocinio jurídico gratuito y el control de las medidas de protección también deben atenderse.
Me resultó frustrante ver a los mismos grupos, escuchar las mismas voces diciendo las mismas consignas y cantando las mismas canciones. Lo único que había cambiado era la cara de la víctima. El efecto fue más notorio porque, en una triste casualidad, las dos adolescentes se llamaban igual.
Ese es un punto importante: vamos a lamentar de la misma manera a cada víctima, si quienes tienen el poder de hacer algo no lo hacen.
Esas personas que tienen el potencial de cambio en sus manos, y aún así prefieren ver desfilar las víctimas, son quienes están a cargo del Estado. Es un desafío entender que no sólo debemos preocuparnos por los femicidios o los golpes. La muerte de una mujer es el último eslabón de una cadena de violencias cuyo fondo es cultural y social, y no debemos desatenderla en ninguna de sus partes.
Hay que dotar de más y mejores herramientas a las víctimas. La restricción perimetral no cumple eficazmente su función, pues la persona acaba regresando al círculo de peligro. También resulta inconcebible que no exista un refugio en la zona, incluyendo a Bahía Blanca, la ciudad más grande e influyente de la región. El patrocinio jurídico gratuito y el control de las medidas de protección también deben atenderse.
Este caso evidencia que la justicia tiene muchas aristas misóginas: violadores gozando de beneficios, e Higui- mujer lesbiana y pobre- presa por defenderse de una violación correctiva.
Asimismo es un desafío mejorar las estadísticas, porque son un primer paso para dar con políticas públicas útiles, y sigue siendo muy inferior el número de jefas, directoras, presidentas y demás cargos jerárquicos, públicos y privados.
Asimismo es un desafío mejorar las estadísticas, porque son un primer paso para dar con políticas públicas útiles, y sigue siendo muy inferior el número de jefas, directoras, presidentas y demás cargos jerárquicos, públicos y privados.
El cambio es cultural y el Estado es responsable de llevarlo adelante, porque es el único que tiene las herramientas para hacerlo. Los grupos de mujeres, cada vez más grandes y fuertes, estarán en las calles para recordarlo constantemente.
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